martes, 6 de junio de 2006
Impresiones sobre Filipinas
Me imagino mi vida si yo hubiera nacido pobre y sin esperanza en una casucha de Manila. Una ciudad que no acaba nunca, llena de contradicciones, que puede mezclar a sus okupas de chozas, el hotel con una cascada en su interior, los mendigos y los cinco mega-centros comerciales, vidas de riqueza y vidas de pobreza.
Mi confortable casa en Massachussets parece borrarse en la distancia, ahora que estoy envuelta en la presente realidad de vida en este húmedo, exótico e intenso país. ¿Por qué fue Analyn, no yo, la que nació en el seno de una familia necesitada, que no pudieron darle los cuidados adecuados a sus ojos después de unos transplantes de córnea, por lo que ella empezó a quedarse ciega por las infecciones?
La nueva "casa de niños" no posibilitará la recuperación de su vista o la falta de sus padres. Nos admiró las nuevas instalaciones, pero más su espíritu, como ella dice:
- "puedo ser ciega pero todavía puedo oír"
No he contado los orfanatos que visitamos durante este viaje. ¿Fueron 16 ó 18? A traves del tráfico, fuimos de uno a otro, intentando averiguar en cada uno de ellos lo que los niños necesitaban, lo que podíamos hacer para ayudarles.¿Cómo podíamos salvar las diferencias entre nuestra vida de confort y comodidad con las vidas de esos niños que estaban creciendo muy rápido y con unas necesidades que son urgentes hoy, no mañana, ni el año que viene?
¡Admiramos tanto a las personas que cuidan de ellos!
En el día a día, ellos tienen el trabajo monumental de no perder la esperanza. A menudo con los mínimos recursos, ellos deben ser los cuidadores, los que mantienen en esos niños la chispa de la esperanza y el estímulo de que un día ellos irán de nuevo con sus padres biológicos o encontrarán una familia adoptiva o serán queridos hasta que sean adultos en la institución en la que viven.
Mientras tanto, todo lo que pueden hacer es cuidarlos y quererlos. Cierro mis ojos y todavía puedo ver las caras de esos niños. Leonora, con su precioso y salvaje cabello, cuyos ojos bailones son la antítesis de la desesperación. Sheila, con su madre de acogida, que haría cualquier cosa por ella. Arjay, con su sonrisa traviesa y una madre de acogida que le abraza fuerte. Maritress, que nos siguió a todas partes y no paró de sonreír. Incluso estando en casa de vuelta, parte de mi corazón está todavía con ellos.
Para cambiar el futuro de esos niños está el Gobierno de Filipinas, representado por el ICAB. Un extraordinario grupo de personas interesadas e involucradas en ello. Asombrosamente abiertos, huyendo de los tópicos, el ICAB realmente cuida de manera muy personal lo que les sucede a esos niños. En Octubre, el ICAB se reunió con Agencias de todo el mundo. Nos encontramos otra vez con esos niños que necesitan de una familia y un futuro sin miedos, pobreza y desatención.
Esa futura vida es sin embargo a veces imposible, los niños pueden hacerse mayores en las instituciones o pueden tener demasiados problemas médicos o emocionales. Pero cada uno de los que estábamos queremos dar esperanza a algunos de ellos. Unimos nuestras fuerzas en intentarlo, por lo menos intentarlo.
Estoy en casa de nuevo. Aquí no hace calor y mi nieto juega feliz con su familia. Nuestra comida es deliciosa y abundante. ¿Por qué estoy yo aquí y esos niños allí? ¿Cómo puede ser ya mi vida parte de ellos? A pesar de que las respuestas no sean nunca completamente claras, hacer preguntas permite continuar en ese compromiso hacia esos niños que nos pertenecen a todos nosotros.
Mary Lou Eshelman
Coordinadora del Programa con Filipinas
Wide Horizons for Children
Mi confortable casa en Massachussets parece borrarse en la distancia, ahora que estoy envuelta en la presente realidad de vida en este húmedo, exótico e intenso país. ¿Por qué fue Analyn, no yo, la que nació en el seno de una familia necesitada, que no pudieron darle los cuidados adecuados a sus ojos después de unos transplantes de córnea, por lo que ella empezó a quedarse ciega por las infecciones?
La nueva "casa de niños" no posibilitará la recuperación de su vista o la falta de sus padres. Nos admiró las nuevas instalaciones, pero más su espíritu, como ella dice:
- "puedo ser ciega pero todavía puedo oír"
No he contado los orfanatos que visitamos durante este viaje. ¿Fueron 16 ó 18? A traves del tráfico, fuimos de uno a otro, intentando averiguar en cada uno de ellos lo que los niños necesitaban, lo que podíamos hacer para ayudarles.¿Cómo podíamos salvar las diferencias entre nuestra vida de confort y comodidad con las vidas de esos niños que estaban creciendo muy rápido y con unas necesidades que son urgentes hoy, no mañana, ni el año que viene?
¡Admiramos tanto a las personas que cuidan de ellos!
En el día a día, ellos tienen el trabajo monumental de no perder la esperanza. A menudo con los mínimos recursos, ellos deben ser los cuidadores, los que mantienen en esos niños la chispa de la esperanza y el estímulo de que un día ellos irán de nuevo con sus padres biológicos o encontrarán una familia adoptiva o serán queridos hasta que sean adultos en la institución en la que viven.
Mientras tanto, todo lo que pueden hacer es cuidarlos y quererlos. Cierro mis ojos y todavía puedo ver las caras de esos niños. Leonora, con su precioso y salvaje cabello, cuyos ojos bailones son la antítesis de la desesperación. Sheila, con su madre de acogida, que haría cualquier cosa por ella. Arjay, con su sonrisa traviesa y una madre de acogida que le abraza fuerte. Maritress, que nos siguió a todas partes y no paró de sonreír. Incluso estando en casa de vuelta, parte de mi corazón está todavía con ellos.
Para cambiar el futuro de esos niños está el Gobierno de Filipinas, representado por el ICAB. Un extraordinario grupo de personas interesadas e involucradas en ello. Asombrosamente abiertos, huyendo de los tópicos, el ICAB realmente cuida de manera muy personal lo que les sucede a esos niños. En Octubre, el ICAB se reunió con Agencias de todo el mundo. Nos encontramos otra vez con esos niños que necesitan de una familia y un futuro sin miedos, pobreza y desatención.
Esa futura vida es sin embargo a veces imposible, los niños pueden hacerse mayores en las instituciones o pueden tener demasiados problemas médicos o emocionales. Pero cada uno de los que estábamos queremos dar esperanza a algunos de ellos. Unimos nuestras fuerzas en intentarlo, por lo menos intentarlo.
Estoy en casa de nuevo. Aquí no hace calor y mi nieto juega feliz con su familia. Nuestra comida es deliciosa y abundante. ¿Por qué estoy yo aquí y esos niños allí? ¿Cómo puede ser ya mi vida parte de ellos? A pesar de que las respuestas no sean nunca completamente claras, hacer preguntas permite continuar en ese compromiso hacia esos niños que nos pertenecen a todos nosotros.
Mary Lou Eshelman
Coordinadora del Programa con Filipinas
Wide Horizons for Children
Etiquetas: testimonios