"Mi madre quiso reclamar pero la marquesa ya había preparado mi robo"
Una niña robada por unos marqueses, ha encontrado 39 años después a su madre biológica en Filipinas. Asegura que su padre es un marqués y para corroborarlo va exigir ante la fiscalía que se practiquen pruebas de ADN. Su investigación ha durado varios años y ha sido posible gracias a Internet y Facebook.
“En 2009, con 37 años, encontré a mi madre biológica en Filipinas, a donde regresó 14 años después de nacer yo”. Así comienza el relato Amelia Juliá Fernández, nacida el 9 de agosto de 1972 y entregada a sus padres adoptivos con sólo tres días de edad. Fue a parar a Cádiz, gracias a una documentación supuestamente en regla.
Hace un par de años conoció a su madre, una mujer filipina y ahora espera certificar que su padre biológico es quien intuye tras varios años investigando a través de internet y Facebook. Su denuncia será presentada en breve ante la Fiscalía de Madrid. Su caso se une a los más de 800 que ya están en los juzgados.
La madre biológica de Amelia, Filomena P. S., llegó desde Filipinas a Madrid para trabajar como empleada de hogar interna en la casa de los marqueses de S., una saga de aristócratas cuyo apellido da nombre a una céntrica calle de Madrid, en el barrio de Salamanca. Un primo de estos marqueses, que era propietario de la empresa farmacéutica Metro Drug Corporation con implantación en Filipinas, y hoy responsable de un conocido banco en Asia, buscó una criada para su familia.
Ocultar el embarazo
Filomena vivía en la casa de los marqueses y un día la marquesa, I. B. y U., descubre que su empleada está embarazada. “La obligaron a ocultar el embarazo y le enfajaron la tripa durante toda la gestación. Después de dar a luz, le robaron la niña, o sea a mí, –aclara Amelia– y la echaron a la calle”, cuenta aquella recién nacida hoy con 39 años.
Previamente la marquesa se había puesto en contacto con la monja sor María Gómez Valbuena, que trabajaba como asistente social en la maternidad de Santa Cristina. Gómez Valbuena ‘conseguía’ bebés nacidos en esa maternidad pública y de la clínica privada San Ramón para matrimonios que no podían tener hijos, en la mayoría de los casos –según apuntan los testimonios–, diciendo a las madres que los recién nacidos habían muerto.
Esta religiosa presumía de haber llevado a cabo miles de adopciones. Hoy muchos de esos casos están en las fiscalías provinciales. Al mismo tiempo un matrimonio de origen humilde de Cádiz, contactaba también con esa monja, a través de la tía del futuro padre adoptivo, una mujer “muy católica”, a quién otorgaron un poder notarial de representación. Ese familiar de los padres adoptivos estaba relacionada con las Hermanas de la Caridad de Cádiz y con la asistente social de la Asociación Española para la Protección de la Adopción, (AEPA) Rosario Vegas, ‘íntima amiga’ de ella.
La AEPA resolvía la burocracia y entregaba las escrituras ‘legales’. Esta asociación privada, reconocida por el Consejo Superior de Protección de Menores y por Cáritas Española, fue fundada por el que fuera fiscal general del Tribunal Supremo esos años, Gregorio Guijarro, que adoptó también a dos gemelas, y que contaba con la ayuda de una abogada, Amalia Franco, acusada después de tráfico de menores. En la AEPA trabajaron también varios médicos hoy acusados de participar en presuntos robos de bebés.
Poder notarial desde Cádiz
Tras meses de recomendaciones, las gestiones surtieron efecto, e incluso, la tía del que sería padre de Amelia, pudo elegir entre los diferentes nacimientos que ya se esperaban. Cuando la criada de los marqueses se puso de parto, éstos la trasladaron a Santa Cristina y allí dio a luz a su hija. Ese mismo día el matrimonio de Cádiz fue avisado para que llegaran a la capital a recoger a la niña. Mientras, la madre biológica era atendida en el parto por el ginecólogo jefe de neonatología de Santa Cristina, el doctor Ignacio Villa Elizaga, el mismo que firmó otras adopciones presuntamente irregulares de la AEPA. Villa Elizaga es el padre del periodista Ignacio Villa, director de informativos de la COPE, recién nombrado por la presidenta castellano-manchega, Dolores de Cospedal, director del ente público Radio Televisión Castilla-La Mancha. Villa también certificó durante varios años (1964-1967) supuestas muertes de recién nacidos por otitis, que hoy están bajo sospecha de ser casos de niños robados.
Filomena explicó desde Filipinas a su hija, hace dos años, que fue tras el parto cuando no volvió a verla más. “Mi madre me ha dicho que quiso reclamar pero la marquesa ya había preparado mi robo. No sabía cómo buscarme, no tenía influencias, y me insiste en que la marquesa me lo preparó todo”, dice. Amelia recuerda que se enteró de que era adoptada porque “con cuatro años los mayores hablaban de la adopción delante de mí”. Un año después su padre le enseñó un paquete cerrado que contenía diversos documentos y le dijo que nunca lo abriese sin su consentimiento.
Con 12 años ella volvió a preguntar y esta vez su padre le reveló su origen. “Me dijo que era hija de una criada filipina, que se había quedado embarazada de un marqués vasco, pero yo entonces pensé que lo del marqués era un toque romántico en esa historia, relato que luego sufrió pequeñas modificaciones porque mi madre no quería que investigase”, dice Amelia, que ha comprobado que lo que le dijo su padre adoptivo es verdad. Éste, antes de morir, en 2007, le entregó los legajos de su adopción. En la partida literal de nacimiento de ella consta el nombre de la madre natural, sin embargo, el del padre sólo figura en el apartado de ‘observaciones’ donde se reseña: “nombre del padre a efectos identificadores: Luis”.
Las contradicciones en los documentos se repiten. “Según la certificación literal de nacimiento, la inscripción la hizo mi madre y se efectúa el día 17 de agosto y, sin embargo, mis padres adoptivos y yo habíamos salido hacia Cádiz el día anterior”, dice Amelia que conserva los billetes de tren. Entre los legajos que el padre le entregó se encuentra el expediente de adopción plena otorgado por la AEPA a los padres adoptivos. En él, como en otros tantos casos de bebés adoptados por esa asociación, intervienen el procurador José Manuel Dorremochea, la asistente Rosario Vegas y el director de la asociación, Gregorio Guijarro, entre otros.
En ese expediente se cuenta otra versión de los hechos. Se afirma que Filomena, la madre de Amelia, “al ingresar en la maternidad de Santa Cristina para dar a luz acudió a la religiosa [Gómez Valbuena] para confiarle que por sus circunstancias personales y familiares no podría quedarse con el fruto de su próximo alumbramiento (…) y que su deseo es que una familia de absoluta confianza se hiciera cargo de su hijo o hija. La mencionada asistente –continúa el documento– después de tranquilizar a la joven gestante y de aconsejarle que reflexione sobre su decisión, se puso en contacto con esta asociación [la AEPA].
“Catolicismo vivencial”
En el párrafo siguiente de ese expediente se asegura que “los padres seleccionados son un matrimonio de conducta ejemplar, aspecto agradable y que profesan un catolicismo vivencial”. Otros documentos revelan que los padres pagaron una cantidad, en este caso no muy elevada, “unas 6.000 pesetas de entonces, por tratarse de un favor por la adopción”, explica Amelia. Ésta conserva también el documento de ‘cesión voluntaria’ que en teoría la madre hizo ante el notario Alfonso del Moral. En ese papel se certificaba que Filomena firmó el 17 de agosto de 1972 que: “entendiendo que no puede atender sus obligaciones (…) entrega voluntariamente al matrimonio compuesto por Julian J.R. y Amelia F.M. a su hija y para que se inicien los trámites de adopción plena”, pero ese día ya la habían separado de la niña.
Amelia explica que desde que su padre le dio los documentos hasta ahora no he parado de investigar gracias a Facebook e internet: “He localizado a mi madre en Manila y hablo regularmente con mi familia allí. La versión de mi madre no coincide con la de esos informes. Ella asegura que jamás firmó mi entrega”. Sobre el padre biológico, Amelia dice tener la certeza de quien es, otro marqués que residía en el mismo edificio en el que vivía y trabajaba su madre y con buenas relaciones con el ‘señor’ de la casa, también marqués.
Las circunstancias del embarazo de Filomena han provocado a su hija Amelia importantes lesiones. Nada más llegar a Cádiz siendo un bebé, sufrió ataques de asfixia y “el pediatra me diagnosticó distrofia fetal que se debía a que mi madre estuvo enfajada durante la gestación”. Además ahora sufre fibromialgia, “que avanza sin que pueda entregar a los médicos el historial genético de mis padres”.
Otro capítulo de su vida aún sin aclarar, es el que se refiere a su hermano. Su madre biológica, cuando regresó, 14 años después de nacer Amelia, se llevó a Filipinas un recién nacido adoptado aquí aunque ella no tenía nacionalidad española. Amelia asegura: “Creo que fue un trueque”. La denuncia que explica la historia de su vida incluye, además, una petición de ADN de los presuntos progenitores, para cerrar el círculo. Ha entrado en contacto con el marqués, que todo apunta es su padre, pero no ha tenido respuesta. “Necesito conocer quiénes son mis padres, cuáles son mis orígenes”, concluye.
María José Esteso Poves
Diagonal.net