El niño abandonado institucionalizado
El niño internado por abandono posee una carita de viejito triste, de resignado a su pena y soledad. Uno de nosotros recuerda cuando ingresó por primera vez a un instituto de menores y cada niño le preguntaba: "Doña ¿Usted es la jueza que me sacará. ¿Cuándo me voy?".
Sea cual fuere la política en materia de institucionalización, nada ni nadie podrá sustituir el calor, la intimidad y la relación continuada y sostenedora de la madre y la familia .Todo niño necesita saber que es sujeto de satisfacción y orgullo para su madre y ésta a su vez verá en él la continuidad de su vida, que le permite elaborar la finitud de la vida. Lo mismo sucede con el padre.
La crianza de un niño no sigue reglas fijas, sino que es producto de una relación viva, que se mide en términos del goce que todos obtienen de la convivencia. Esto sólo es posible si la relación es continua.
Algunos autores opinan que es mejor un mal hogar que la más brillante institución. Desgraciadamente ciertos jueces piensan lo contrario y ante el menor riesgo, no les tiembla la mano para firmar el envío a establecimientos asilares. Otros por suerte siguen esforzándose para agotar todas las instancias familiares y comunitarias del menor, antes que internarlo.
Bowlby clasifica las causas del fracaso del núcleo familiar para el cuidado del niño, de esta forma:
1.- Núcleo natural del hogar jamás establecido.
2.- Núcleo natural de hogar que permanece intacto pero que no actúa en forma eficaz.
3.-Núcleo natural deshecho, por causas diversas, calamidades sociales, naturales y familiares.
Cualquiera de estas familias es fuente potencial de incontinencia hogareña y motivo posible de institucionalización del niño. Aunque el juez de menores tome la decisión de buscar una familia o vecino cercano, para hacerse cargo del niño, es frecuente que estas personas no estén en condiciones económicas ni morales de asumirlo. También es frecuente que se nieguen o lo hagan temporalmente, trayéndolo de regreso al juzgado, ante las dificultades que se les presentan para manejar los problemas de conducta del chico.
Lamentablemente los criterios políticos en materia de minoridad, no siempre son uniformes y hay quienes opinan que lo esencial pasa por armar más a los "defensores del orden" en los institutos, en tanto otros intentan generar la continencia infantil intermedia dentro de micro instituciones, como los pequeños hogares, hogares transitorios u hogares comunitarios.
Se hace necesario recordar que un niño internado presenta diversos signos que dan cuenta de un verdadero síndrome del abandono, con síntomas diversos, sujetos a las variables individuales. Durante el primer año de vida se observa: falta de atención, adelgazamiento, palidez, relativa quietud, falta de respuesta ante la sonrisa, inapetencia, insuficiente aumento de peso y de talla, sueño intranquilo, estados febriles continuos, succión continua del pulgar, retraso en el lenguaje, retrasos motores: no se sienta, no gatea, no se para, no usa cuchara, etc. Todo esto va agravándose a medida que transcurre el tiempo, generalizándose y extendiéndose al área conductual social, somática o mental afectiva.
La internación en macroinstituciones, repercute en toda la identidad del niño, lo obliga adecuarse a un nuevo régimen de vida que trastoca bruscamente sus aspiraciones de reparar el abandono. Estos niños pierden paulatinamente la posibilidad de trasmitir sus emociones y expresiones cariñosas y de a poco también pierden la conciencia de lo que les pertenece, se van acostumbrando al trabajo con el sistema de premio - castigo, como única fuente de gratificación afectiva. El reconocimiento de lo singular, de lo propio, queda subsumido en lo macro institucional, lo cual genera sentimientos prohibidos de rivalidad y competencia, que en el marco de la familia se establecen naturalmente entre hermanos, por el amor a los padres.
La institucionalización es homosexual, lo que se coarta el proceso espontáneo de las identificaciones de género, constituyéndose en una fuente de todo tipo de patologías sexuales posibles. Todo lo aludido no hace más que reforzar la idea de realizar tareas preventivas para fortalecer los vínculos y lazos familiares, como unidad de grupo, para prevenir el abandono.
Lamentablemente los criterios políticos en materia de minoridad, no siempre son uniformes y hay quienes opinan que lo esencial pasa por armar más a los "defensores del orden" en los institutos, en tanto otros intentan generar la continencia infantil intermedia dentro de micro instituciones, como los pequeños hogares, hogares transitorios u hogares comunitarios.
Cuando esto fracasa o no es posible, los pequeños hogares o los hogares protegidos, con familias que ya tengan sus propios hijos, es una de las mejores opciones hasta el momento actual. Con adecuada selección, capacitación permanente y seguimientos de estas familias, se pueden llegar a obtener muy buenos resultados, para la continencia de los niños abandonados o sin familia.
Secuelas por el abandono del padre
Nos parece oportuno transcribir unas palabras del psicoanalista francés Christian Olivier, cuando dice que "los psicoanalistas hacen acopio de imaginación: para concebir un padre imaginario, un padre simbólico o un padre real (a condición de tener la precaución de decir que el real no existe), pero toda esta abundancia de significantes en torno al padre, sólo esconde que el significado Padre está vacío “.
Esta cita, de un dramatismo especial, se encuentra también en otro autor, Guy Corneau, quien afirma que una gran mayoría de hombres actuales, son hijos del silencio paterno hereditario, que se trasmite de generación en generación, que niega el deseo de todo joven de ser reconocido y confirmado por su padre.
Los padres de hoy han obrado como en una especie de ley del silencio, huyendo hacia el trabajo, la producción y el consumo, refugiados en automóviles veloces con teléfonos celulares y en la lectura del periódico o sus largas horas frente al ordenador y al televisor. Los medios de comunicación han logrado adictos que mataron la palabra con los hijos, a tal punto que los hombres de hoy tienen escasas oportunidades de vivir y actualizar su potencial masculino en continuo y libre intercambio indentificatorio con el padre. Los niños y muchachos abandonados, padecen de un vacío de padre.
El mito cristiano ya enunciaba el silencio del padre y el sentimiento de abandono del hijo, reclamándole presencia. Es el modelo cultural de los dos últimos milenios está marcado por la ausencia del Padre (Dios) y las últimas palabras del hijo desde la cruz, fueron "¿Padre, donde estás, porqué me has abandonado?.
El padre presente, es el primer Otro que el niño reconoce fuera del vientre materno. Se introduce como factor de "cuña" o separador entre la madre y el niño, convirtiéndose en el tercero, en esta historia de amor familiar. Su sola presencia favorece la diferenciación. El padre encarna un principio de realidad y de orden en la familia. El deseo de la pareja de integrarse independientemente del hijo, es lo que separa realmente al niño de la madre, rompiendo la simbiosis que favorecerá su crecimiento normal y garantizará su salud mental. El silencio del padre determina la fragilidad de la identidad sexual del hijo, ya que la personalidad se forma gracias a un proceso de identificación, proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, propiedad o atributo de otro. Un padre violento, ebrio o silencioso, desagrada al hijo a tal punto de negarse a identificarse con lo masculino .Los factores de la conducta paterna que generan frustración y afectan la identidad del niño o del joven, tienen que ver además, con ausencia prolongada (por estar preso, enfermo o separado de la madre). También con algunos padres que permanentemente amenazan a los hijos con el abandono, con suicidarse, con asesinarlo, con no quererlos más y ejercen variadas formas verbales de "violencia prometida " como metodología errónea de disciplinarlos o someterlos.
Todo rechazo, falta de atención y desapego del padre frente a las demandas de respuesta de necesidades afectivas, dañan el proceso de identificación y ligan patológicamente a los hijos con las madres .Algunos padres culpabilizan al niño, los hace responsables de muertes o enfermedades de los progenitores ("tu madre murió para darte la vida", "tu padre se infartó por los disgustos que le distes"). Todas estas conductas descritas son formas violentas de silencio de la función paterna, que dejan abandonado al hijo en sus necesidades, cubiertas por una forma inadecuada de función paternal.
Desde el comienzo de la vida el padre ejerce una acción modificante sobre el medio ambiente que rodea al recién nacido. Aunque la madre es la primera fuente de placer y sufrimiento para el bebé, de ella surgirá el primer signo de la presencia del padre o de su ausencia como tal. La elección de dichos signos dependerá de la calidad de la relación entre los padres. Gracias al padre real y su función simbólica, que un niño puede constituir sus normas de vida, sus límites de convivencia social y la renuncia a su simbiosis materna, base y garantía de su constitución como sujeto ético. Es la garantía de su salud mental y el antídoto esencial para cualquier forma de alienación.
La perspectiva médica
Entre el cono urbano bonaerense y la Capital Federal, existe un abismo profundo. El problema de los chicos abandonados, hecho frecuente en estas zonas de poblaciones con necesidades básicas insatisfechas, nos plantea la situación de los niños distróficos: consumidos por su carencia biológica, afectiva y social.
En los lugares de miseria extrema de la provincia, donde hemos trabajado, estas situaciones son cotidianas. Ante ello con frecuencia nos preguntamos cómo y porqué sobreviven estos menores, los cuales siempre parecen tener más fuerza que la que uno supone . En estas circunstancias la realidad hospitalaria aparece como disgregada de la realidad social y que nos desempeñamos dentro de las instituciones de salud, parecemos seres extraterrestres, con un lenguaje y un estilo de vida en luchas continuas por el poder , totalmente alejados de lo que le pasa a la gente por fuera del muro del "cronocomio” azulejado denominado hospital público. El mundo jurídico y el mundo médico que se ocupan de menores, son mundos atravesados por la tristeza.
En Pediatría se clasifica tres estadios del niño distrófico.
Primero: Es el de las infecciones repetidas, como producto del abandono afectivo. Al permanecer internados genera un círculo vicioso de re-infecciones y sus contagios a corto plazo llevan al derrumbe total de la salud del menor. Lo curioso es que estos chicos se infectan en el hospital, pero no en sus casas aunque vivan en precarias villas miserias. El hospital , por lo general no está preparado para albergar a un niño que posee un código de comunicación con su madre y la familia. Sólo tratarán de imponerle los códigos hospitalarios de la asepsia, con normas ritualizadas de gente con gorros, guantes y delantales blancos, que ponen en evidencia la profunda distancia entre el niño y el personal de salud. La tecnología ha avasallado el intento de humanizar la medicina que venimos proponiendo desde hace más de tres décadas en nuestro trabajo en estos temas- Ante la excusa de cuidarnos del SIDA no nos debemos olvidar de la tuberculosis, la lepra y otros males pandémicos que azotaron previamente a la humanidad.
En un hospital de hoy, un niño que padece de meningitis tuberculosa, es un niño con una enfermedad generada por carencia biológica, psicológica y social. Este tipo de patología la padece los niños pobres y abandonados .Quizá por eso se habla poco de ello. Veamos un ejemplo que nos permita comprender con claridad estos temas que desarrollamos: en una maternidad del conglomerado urbano bonaerense, permanece en terapia intensiva un niño abandonado. El equipo trabaja bien técnicamente, logrando aislar al neumococo causante de la neumonía que lo aqueja. Se lo medica con antibióticos específicos, por lo tanto la infección pulmonar cede, pero el niño no se recupera. Aparece otro foco de infección o re-infección en el riñón y se genera una grave infección urinaria. Se cambian los antibióticos pero el niño hace una sepsis generalizada y fallece. Esto nos demuestra una preocupación médica centrada en la infección, pero no se pudo atender las necesidades afectivas del lactante, a quien lo vence la muerte, por carecer de defensas psicológicas que estimulen su pulsión de vida.
Cuando suceden estas cosas, nos decimos siempre que el personal está sobrecargado de trabajo, que están mal remunerados, que están estresados corriendo de un trabajo a otro para poder sobrevivir y otras explicaciones justificadoras. Sin embargo , el derrumbe afectivo y la profunda depresión que sobreviene cuando muere un niño, dan cuenta de la falta de recursos y de información al respecto en los equipos de salud pediátrica.
Es frecuente que ante graves infecciones hospitalarias en salas de puerperio, los niños que están internados conjuntamente con sus madres, no se infecten y se recuperen pronto. Esto contrasta con los niños internados solos, los que se contagian rápidamente y presentan cuadros graves y hasta mortales. Pasteur ya decía que " lo que importa es el terreno y no los gérmenes". Lástima que sus discípulos hicieron todo lo contrario, jerarquizando las bacterias por sobre la persona del paciente. A pesar de que varias generaciones de médicos occidentales ya han comprendido y aceptado que " no hay enfermedades sino enfermos", sin embargo les cuesta entender a muchos de ellos que a pesar de decir que" se debe considerar a los factores emocionales", sólo se quedan en la frase hecha. En la rutina hospitalaria todo está normatizado.
Esto tiene sus ventajas, pero su mal uso trae aparejado grandes inconvenientes. Los niños entran en una maquinaria que transita distribuyendo medicamentos, aplicando técnicas, higienizando cuerpos a horario pero con la subjetividad ignorada. Escardó decía cincuenta años atrás, que los grandes centros hospitalarios son como lugares elefantiásicos. Lo que en realidad se necesita son pequeños hospitales, cercanos a todos, en cada barrio, en cada ciudad o pueblo, para asistir los problemas que son el 90 % de las consultas, como las diarreas infantiles, los procesos bronco-pulmonares y los problemas de piel.
Segundo: Este estadio en la distrofia del niño internado - abandonado, es la detención de la maduración. Se para el proceso de crecimiento y desarrollo, produciéndose un retroceso de los logros alcanzados: no aumenta de peso ni de talla, no aumenta la circunferencia cefálica y la torácica. El pequeño muestra además una marcada indiferencia y ausencia de respuesta a los estímulos externos. Esta etapa se entremezcla con la anterior, alternándose infecciones con retrasos madurativos.
Tercero: Es el período del desequilibrio psíquico, cuando el tiempo de internación ha superado varios meses. Este deterioro se pone de manifiesto por una disminución de la percepción ausencia de expresión facial , falta de iniciativa y desaparición de respuesta a estímulos externos. El pequeño permanece en la cama , adelgazándose , desnutrido, sin moverse. Parece más muerto que vivo. A su lado la soledad, la falta del amor materno o de otro familiar. Nadie que lo acaricie, le hable, le acompañe y le infunda deseo de vivir.
En los últimos tiempos se han puesto en crisis todos los logros, sumidos en normatizaciones cerradas por temor a los juicios de mala praxis, suprimen todo cambio que no sea la letra escrita (muerta) de las normas hospitalarias. Con el estricto cumplimiento de éstas, se logra que el niño quede encajonado - estructurado dentro de un sistema, del cual tampoco el médico puede salir. Son aquellos que afirman "los padres interfieren". Esta postura de exclusión y descalificación a los padres del niño, es producto de sus problemas subjetivos, reforzados por el continuo contacto con la muerte infantil, sin posibilidad de espacios terapéuticos para elaborarlas, pertrechados en una omnipotencia que las escuelas universitarias de medicina se encargan bien de estimular.
Aunque las enfermeras supongan que ocupan un rol maternal, cada turno posee un código diferente y el niño termina replegándose sobre sí mismo, porque no lo comprenden ni comprende a cada mujer, llegando con frecuencia cuadros de autismo. En nuestros desarrollos sobre el tema de la intimidad madre - bebé, desde comienzos de los años setenta y en nuestros los últimos trabajos publicados, destacamos la importancia del contacto piel a piel entre ellos, que es sustento además del concepto de la ternura. Esto pone de manifiesto las necesidades del feto y las del recién nacido. Basándonos en las ideas de interogestación y exterogestación desarrolladas por Florencio Escardo, sabemos que el contacto útero piel del ser que se desarrolla en el útero, es una fuente de estímulos que luego será necesaria y esencial al producirse el nacimiento. La madre que contiene en un su regazo al hijo pequeño, que lo acaricia, lo arrulla, lo besa y le habla al oído, le está brindando amor, pero además una fuente de estímulos para los filetes nerviosos y los capilares sanguíneos. Esta fuente de estimulación es la que garantiza la iniciación de la respiración pulmonar en el recién salido el cuerpo materno, calmando su primera necesidad: la de oxígeno.
En nuestro trabajo con parejas que esperan hijos, este tema es desarrollado ampliamente, porque es necesario darles el conocimiento acerca de las razones integrales del comportamiento amoroso entre la madre y el bebé, que garantizan no sólo su estabilidad psíquica y su futura salud mental, sino patologías graves como la muerte súbita del lactante, precisamente como consecuencia de la falta de estimulación para respirar. Todo esto anteriormente lo habían desarrollado ampliamente Desmond Morris, en su obra acerca del “contacto íntimo”, donde sienta las bases de la calidad del amor de la madre como fuente de la calidad del amor adulto.
Por su parte José Luis Restrepo en su conocido texto acerca del derecho humano a la ternura, diferencia la calidad del uso del tacto, entre el contacto y el agarre, que implica el primero reconocimiento del otro como diferente en tanto el segundo es intento de poseerlo para sí. Esta cualidad de lo contactable, es muy importante por la calidad del vínculo a establecerse entre la madre y su niño. No basta con tocar sino cómo, por qué, para quién y quién lo hace, en relación con sus deseos inconscientes. Es poco serio a nuestro criterio, el intentar sustituir el natural y espontáneo contacto amoroso del embeleso entre la mamá y su niño, con diseños conductistas como proponen algunos autores.
Los niños pequeños son quienes más dramáticamente pasan por los tres estados descriptos, pues son más dependientes de la función materna y paterna. Los investigadores Ciondon y Sanders realizaron en los años setenta una interesante observación: los niños recién nacidos respondían al lenguaje materno (sea cual fuera el lenguaje original), de manera rítmica y sincronizada en la acción, porque la madre lo contiene en su cuerpo, habla con ritmos propios que el niño percibe, con una cierta cadencia que queda inscripta en la memoria corporal. Se trata de una inscripción corporal que se pierde por el abandono matero. Este lenguaje que se ha hecho carne en el cuerpo, al desprenderse del útero y luego del regazo de la madre al abandonarlo, lo instala como permaneciendo en el vacío, sin poder de discriminación.
La ausencia de otro único regazo maternal, que le brinde nuevos códigos de ritmos sincronizados (por la institucionalización), será fatal para el desarrollo de ese niño. Por esto reforzamos nuestra recomendación conjunta, de médico pediatra y psicóloga, a las madres adoptantes, para que establezcan un acordonamiento afectivo con sus niños, para el recién llegado a sus vidas.
Frente al inmenso dolor del abandono, felizmente existe lo impredecible en el devenir del sujeto y si bien hay probabilidades pero no certezas, el psiquismo humano tiene el poder de la metabolización, renegociación y transformación reparadora. El Yo es su propio biógrafo y si se apuntalan y fortalecen sus contornos, con medidas de diverso orden (como la adopción bien abordada), es posible que pese a tanto padecimiento y a todas sus consecuencias, podamos sumergirnos en un baño de esperanza.