Fue intendente en el frontón Jai-Alai, en Manila, y ahora regenta uno de los restaurantes más conocidos de la turística isla filipina de Cebú
Trayectoria: Jugó en el Jai Alai de Milán, fue el último intendente del legendario Jai Alai, de Manila, y es ahora referente de todo los filipinos y extranjeros en su restaurante vasco de Cebú.
El restaurante propiedad de Arano, su segundo apellido, con el que se hizo famoso disputando partidos en los frontones filipinos de Manila y Cebú, es también parte de su propia biografía: la del guipuzcoano que en 1964, con 24 años, llegó a las islas que otro paisano, Miguel López de Legazpi, alcanzara siglos antes. Ubicado en la ciudad de Cebú, capital de la isla del mismo nombre, y segunda ciudad de Filipinas, las paredes de Arano, el nombre del txoko, están jalonadas de oscuros daguerrotipos que testifican la edad de oro de la cesta, cuando los frontones se esparcían por prácticamente todo el mundo. Entre esas postales cobran relieve las del viejo Jai Alai de Manila, cuyo cierre, en 1986, coincidiendo con la caída del dictador Ferdinand Marcos, sorprendió a Arano ya ejerciendo las labores de intendente.
-
En una época la cesta punta adquirió tintes de epopeya: frontones en China, El Cairo, Buenos Aires, Bogotá, Tánger, Estados Unidos... Y cada pelotari que pisó esas canchas es parte de esa epopeya. ¿Por donde transcurrió la suya?- Yo debuté en 1957 en Alicante, desde donde pasé a Palma de Mallorca y luego a Durango, hasta que en 1961 firmé contrato para jugar en el Jai Alai de Milán. Este era un frontón muy vivo, y a mí, que no era pegador, me venía muy bien, siempre dentro de mis características, colocar y buscar el tanto tras estudiar al contrario.
- A las nuevas generaciones puede extrañar que Milán contara con un frontón- Pues así era, y además con una extraordinaria afición.
- Tengo entendido que la suya en Italia era la opera- Bueno, yo desde niño, cuando solo existía la radio, era muy aficionado a la opera. En Milán, en la famosa Scala, tuve la suerte de ver a la Callas, a Renata Tebaldi, a Di Stefano o a Franco Corelli. Recuerdo que la primera opera que ví en mi vida fue La Sonámbula.
- ¿Cómo se produce el paso hasta Filipinas?- Después de Milán jugué en Zaragoza, y aquí nos contrataron para Manila. En este frontón tuve que abandonar mi primer apellido y adoptar el segundo, porque ya había otro Ibarlucea jugando, un pelotari de Markina. Mi padre se enfadó mucho cuando se enteró.
- ¿Colmó sus expectativas el Jai de Manila?- Sabíamos que era un frontón con mucha casta, inaugurado en 1940. Estaba además lleno de pelotaris vascos y el ambiente era formidable. En un principio firmé para dos años que se fueron prorrogando porque me gustó el país, el clima, sus playas y muchas cosas más que no puedo explicar.
- ¿Era el de Manila, tal y como cuentan las crónicas de los viejos pelotaris, una de las catedrales de la cesta, por lo menos en cuanto a público?- Siempre estaba a tope de gente, hasta la red, en sus tres turnos, desde las cuatro de la tarde a las doce de la noche. El frontón era también el centro de la vida social de Manila. Arriba el Sky Room, con orquesta y baile, y abajo el bar del Keg Room.
- ¿Cómo repercutía en la vida de los pelotaris esa demanda?- Se dice que en Cuba, China, México y Filipinas es donde el pelotari ha vivido mejor. Imagínate que en los años 40 los pelotaris de Manila, los del grupo senior, ganaban 500 dólares al año. Cómo sería esa época si cuando yo llegué, en los sesenta, la vida era superbarata. Se vivía más que bien, son testigos mi amigo Sabino Argarate, de Elgoibar, o Tomás Larrucea, de Amorebieta, con los que compartía la misma casa
- Habría además todo un cúmulo de diversiones. ¿Dónde se metían los pelotaris al acabar la jornada?- Tenías de todo, como ahora. Pero si te refieres a sitios donde reunirnos, estaba Gernika, que lo llevaba José María Ormaetxea, un veterano de China que se había casado con una rusa blanca. Luego el restaurante de Marcos Guisasola, a quien apodábamos el Tenedor, por las clavadas que aplicaba en las facturas
- ¿Es verdad que en un tiempo la empresa del Jai Alai ofreció pistolas a los pelotaris por motivos de seguridad?- Fue a raíz de una discusión en la que un pelotari mató de un disparo a un filipino. Se armó una buena y parece que la empresa ofreció armas a los pelotaris que lo quisieran, pero no estaban obligados a llevarlas.
- El cierre tampoco estuvo exento de polémica, pues fue casi a la vez que la rebelión popular que mandó a Marcos y a Imelda al exilio de Hawai.- Así fue, entró la política y se cerró el frontón, aunque creo que funcionó un breve tiempo durante la época del nuevo gobierno, el de Corazón Aquino, que fue la que lo clausuró definitivamente. A partir de ahí todos a buscarse la vida, unos en Euskadi y otros aquí.
- Y usted tiró para Cebú, donde ya existía otro frontón, que también cerró sus puertas...- Yo ya había jugado antes en Cebú. Fue en 1965, cuando en Manila me diagnosticaron que tenía grande el ventrílocuo izquierdo y cogí una baja temporal. Así que la empresa me envió como juez a Cebú, aunque a los cinco meses ya estaba jugando, pero combinando la cesta con las labores de juez e intendente. En 1980 me retiré de pelotari, que es cuando fui de intendente a Manila. Además, tenía motivos para quedarme en Cebú, mi mujer es de aquí, oriunda de gallegos.
- A todo esto, ¿Cebú o Manila?- Hace 40 años Manila era un paraíso, pero ahora es una ciudad peligrosa y muy contaminada. Para buscar una playa buena en Manila tienes que conducir unos 80 kilómetros. Cebú no es como hace 30 años, ha crecido mucho y se ha encarecido, pero las playas están más cerca y permanecen limpias. Tienes para elegir, en la misma isla o en la de Mactan, que está muy cerca.
- ¿Cómo se le ocurrió lo de abrir un restaurante?- Bueno, yo sé cocinar, pero reconozco que no me gusta hacerlo, me pongo muy nervioso, prefiero hacer la compra todas las mañanas en el palenque. La que lo hace bien es mi mujer, que es la que lleva la carta. Sabores del País Vasco, entre otros, como chipirones en su tinta, bacalao, cabrito asado y callos. Si los mejores callos de Elgoibar los tiene el restaurante del pelotari Iriarte, los nuestros son los mejores de Cebú. A mi mujer le enseñó la receta Marcelino Larruskain, un pelotari de la zona de Markina que jugaba con el nombre de su caserío, Olate.
Los 'kastilas'- ¿Saben los filipinos que están en un restaurante vasco, o eso es mucho pedir?- Para los filipinos, tanto en la época del Jai como ahora, los peninsulares somos kastilas (de Castilla), que es como llaman a los españoles. Pero los extranjeros que vienen al restaurante distinguen perfectamente y saben que vascos eran Legazpi, Urdaneta y Elcano, que estuvo en Cebú antes que estos, en la expedición en la que mataron a Magallanes.
- ¿Y que queda ahora de lo vasco en Filipinas?- Pues aparte de la historia hay muchos apellidos. Los actuales de los filipinos derivan del listado que hizo en 1849 el gobernador español Narciso Clavería, dirigido a que los locales eligieran apellidos, puesto que hasta entonces no los tenían. En la lista no había muchos apellidos vascos, y por eso deduzco que detrás de todo filipino con apellido vasco hay algún antepasado de nuestra tierra.
- A estas alturas, supongo que se le da mejor el cebuano, el idioma de las islas visaya, que el euskera.- Lo tengo atascado, pero me suelto cuando voy a Elgoibar, la última vez, hace cuatro años, hablando con mi difunta madre, me salía solo. Pero aquí no salgo del cebuano, inglés y español. Pero también parlo italiano, que lo ejercito escuchando ópera.
- Así que preferirá ya la fiesta del Santo Niño, la principal de Cebú, a los San Bartolomé de Elgoibar...- Nada de eso. Nunca se olvidan las fiestas del pueblo donde uno ha nacido. El problema es que si voy a Elgoibar ya tengo frío hasta en agosto, más donde vive mi hermano, en el puerto de San Miguel. Estoy aclimatado al trópico, el único frío que soporto es el del aire acondicionado.
- ¿Volverán los días de vino y rosas a la cesta punta?- Aquellos tiempos se fueron, y lo que se fue no regresa más. Sólo vuelven las olas.
- Entonces le veo jubilado en Cebú...- Uno nunca sabe donde va a parar, me he acostumbrado y me gusta vivir aquí, pero cuando me vaya al carajo procuraré que sea en el País Vasco, mi tierra madre.
José María H. Orozko
DiarioVasco.com