Cada día, la filipina Felisa, de 60 años, hurga en la basura de las bulliciosas calles de Manila.
Hace 20 años, cuando llegó de su provincia, era toda suya la ruta que rodeaba a las áreas de Tondo, uno de los distritos capitalinos más pobres, y el congestionado distrito del mercado de Divisoria. Ahora, alrededor de otros 10 hurgadores realizan su mismo trayecto, complicando mucho más la recolección.
En el curso de su trabajo, Felisa se hizo amiga de guardias de seguridad de edificios que recolectaban "la mejor basura" para ella. Incluso una cadena local de comidas rápidas apartaba lo mejor de los restos del día para darle, a fin de que se los llevara a su casa.
Actualmente es cada vez más difícil hacerse de basura "buena", como restos de metal o botellas usadas.
Al final de la noche, Felisa también tiene que competir con una larga fila que se extiende fuera de la cadena de comidas rápidas, donde un gran grupo de personas pugna por conseguir una parte de los restos.
"Lo que antes era el trabajo de una mujer anciana ahora es compartido por otras 10 personas. Ahora todos viven de la misma basura", dijo Dennis Murphy, director ejecutivo de Urban Poor Associates (UPA, Pobres Urbanos Asociados), quien relató la historia de Felisa.
UPA es una organización no gubernamental que ayuda a las comunidades urbanas pobres en materia de derechos de vivienda en el país.
Dante, un recolector de trastos usados, coincidió en que hallar basura para revender no siempre es una tarea sencilla. Nativo de la central provincia agrícola de Negros Oriental, en uno de los principales archipiélagos de la isla, se mudó a Manila hace casi 30 años para ganarse la vida. Ahora conduce una carretilla de madera a través de aldeas de mediana escala en Ciudad Quezon, en busca de algo que revender.
"Yo junto diarios y botellas. A veces tengo suerte de hallar viejos aparatos de aire acondicionado, acero, viejas baterías de automóviles o llantas", dijo a IPS en la lengua vernácula, señalando dos viejas llantas en su carretilla.
"A veces puedo encontrar objetos buenos. Pero la mayor parte del tiempo hay muy pocos", agregó.
Las historias de Felisa y Dante subrayan la falta de oportunidades laborales, así como el hecho de que los centros urbanos absorbieron a la población pobre de este país del sudeste asiático.
Estudios de la Organización Internacional del Trabajo y el Banco Asiático de Desarrollo señalan una tendencia de inusual migración inversa en tiempos de crisis económica. En Tailandia, durante la crisis financiera de 1997, unos 188.000 trabajadores regresaron a las áreas rurales. La mayor proporción de estos retornos se observó en la deprimida región nororiental del país, según datos del gobierno.
Los cambios en el empleo del sector no agrícola al agrícola también se observaron en Indonesia y Corea del Sur.
Pero éste no fue el caso de Manila.
"A veces, cuando una comunidad es desalojada de un asentamiento urbano, algunas familias eligen volver a la provincia en vez de reubicarse en un lugar distante o en otra área de viviendas ocupadas. Pero en realidad no tienen nada a qué volver en la provincia, que es por lo que vinieron a las áreas urbanas en primer lugar", dijo Murphy.
La Autoridad Nacional de Desarrollo Económico, una agencia de grado ministerial en Filipinas, señaló que el país posee una de las concentraciones urbanas más densas y de crecimiento más rápido en la región Asia-Pacífico.
Más de la mitad de sus 92 millones de habitantes residen en centros urbanos, principalmente en Luzón, el mayor archipiélago del país, y en Manila, una de las ciudades de más densidad demográfica del mundo.
"La tendencia es que cada vez más personas están viniendo a las ciudades", dijo Murphy, quien ha participado en los esfuerzos de ayuda a miles de familias a encontrar mejores sitios de reubicación dentro de las ciudades, particularmente en tiempos de desalojos.
Según el censo de población del país, la población del área metropolitana de la capital, conocida como Metro Manila, casi se duplicó, pasando de 5,9 millones en los años 80 a 11,5 millones en 2007. El promedio anual del crecimiento de la población está firme en 2,36 por ciento.
UPA estima que los pobres urbanos sin tierra de Metro Manila son casi cinco millones, o unas 800.000 familias.
En Asia vive alrededor de la mitad de la población mundial tugurizada, de 581 millones de personas, y se espera que ese número crezca exponencialmente en los próximos años.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) pronosticó que para 2030 alrededor de 2.000 millones de personas en todo el mundo vivirán en tugurios, principalmente en Asia y África.
Incluso antes de la crisis financiera mundial que estalló en 2008, golpeando a grandes instituciones financieras y naciones ricas en todo el planeta, el área urbana pobre de Manila durante mucho tiempo lidió con el desempleo, la falta de vivienda y la pobreza.
"Definitivamente, la población urbana crece cada año. La crisis financiera mundial puede ser nueva en otros países, pero en Filipinas vivir en crisis no es nuevo. Sólo empeoró", dijo Von Mesina, vicepresidente de la National Urban Poor Coalition (coalición nacional de pobres urbanos).
En la última encuesta de la filipina Fundación IBON, alrededor de 71,4 por ciento de la población del país se autocalificó como pobre, cuatro puntos porcentuales más del 67,1 registrado en julio, debido al impacto de la crisis, luego de dos tifones que el año pasado devastaron áreas en Metro Manila y Luzón del Norte.
Un estudio del Banco Mundial señala que "los pobres de las zonas urbanas son particularmente vulnerables en tiempos de crisis debido a su fuerte dependencia de la economía monetaria, la pérdida de empleos y las reducciones salariales en industrias basadas en las ciudades, y ninguna producción agrícola en la que respaldarse".
Según Messina, "el porcentaje de personas formalmente empleadas en Filipinas es de apenas 20 a 25 por ciento. Los demás, que tienen empleos informales, entre ellos los pobres rurales, como agricultores y pescadores, conductores del sector transporte, vendedores ambulantes y trabajadores de fábricas, no integran los sistemas del gobierno".
Para abordar la situación, que empeoró a raíz de la crisis financiera mundial, el año pasado se formó una nueva alianza entre grupos pobres de zonas urbanas, llamado "Kilos Maralita" (Movimiento para la Protección Social de los Pobres). Mesina se desempeña como facilitador de la organización.
La campaña de la alianza aspira a subrayar la lucha de los pobres por sus derechos a la vivienda, al tiempo de exigir una amplia gama de medidas de protección social en un periodo de crisis, que dice que sólo empeorará la situación de los pobres de las ciudades.
El Banco Asiático de Desarrollo proyectó un crecimiento del producto interno bruto (PIB) de la región de 4,2 por ciento en 2009 y de 6,8 por ciento en 2010. La emergente Asia oriental abarca a 10 países del sudeste asiático, entre ellos Filipinas, China, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán.
Sin embargo, tanto Murphy como Mesina advierten que este tipo de cifras raramente impactan en los sectores más pobres.
"Aunque la economía se recupere, esto sólo puede sentirlo el sector formal, como los bancos y otras instituciones. La crisis económica puede terminar, pero sólo los empresarios podrán recuperarse", dijo Mesina.
Según Murphy, "lo que ocurre en la macroeconomía puede no tener relación con lo que les ocurre a los pobres. Las mismas personas que siempre ganan mucho dinero continúan ganando dinero, entonces las cifras del crecimiento nacional pueden crecer. Pero para los pobres urbanos, la historia es diferente".
Kara Santos
IPSnoticias.net