miércoles, 24 de enero de 2007
Juicio por tráfico de bebés búlgaros

Zona de acogida donde fue detenida una pareja
tras comprar un bebé- AFP


Padres que deseaban adoptar pagaban en Francia entre 3.000 y 8.000 euros

Los ciudadanos búlgaros Zapryanka Nikolova, de 36 años, y Gancho y Tinka Gorgiev, de 36 y 35 años, respectivamente, se sientan estos días en el banquillo de los acusados del Tribunal Correccional de Bobigny, en el departamento de Seine-Saint Denis, junto a París. Son los principales organizadores de la red que se dedicaba a traer mujeres embarazadas de Bulgaria para dar a luz a niños en Francia que posteriormente eran adoptados ilegalmente. En total, 12 búlgaros y 44 franceses están acusados de tráfico de bebés. Falta el supuesto patriarca del clan, Henry Salva, de 80 años, más conocido como Barba Blanca o El Viejo. Otros siete más están huidos con un mandato de búsqueda internacional. Todos, tanto los vendedores como los compradores, son de etnia gitana.

Se les acusa de tráfico de niños. Unos por importar a Francia, clandestinamente, 23 bebés entre junio de 2001 y octubre de 2005. Otros por comprarlos para adoptarlos ilegalmente. Los búlgaros buscaban entre las comunidades más pobres de su país a jóvenes mujeres embarazadas a las que hacían viajar a Francia para que dieran a luz. Las madres biológicas tan sólo recibían unos centenares de euros. Algunas, ni siquiera, porque se les hacía creer que el bebé había muerto en el parto. La mayoría volvía a su pueblo después de dar a luz, pero en algunos casos eran obligadas a quedarse en Francia para prostituirse o para mendigar. Zapryanka Nikolova dirigía una red de prostitución en la Puerta de Auvervilliers, en París.

Casi todos los niños nacían ya bajo la identidad de las familias que los querían adoptar; familias gitanas que por razón de la esterilidad de uno de sus miembros no tenían descendencia. En algunos casos, el padre adoptivo le reconocía inmediatamente como suyo, aunque en otros el sistema era más elaborado y la madre biológica daba a luz en el hospital bajo la identidad de la futura madre adoptiva, presentando su tarjeta sanitaria. El precio de un bebé variaba entre los 3.000 y los 8.000 euros, 1.000 euros menos para una chica. El negocio se fue a pique cuando, en julio de 2004, una mujer que había vendido a su hijo y vuelto a su país, arrepentida, presentó en Bulgaria una denuncia, y todo el tinglado salió a la luz.

Todos han reconocido los hechos pero, salvo en dos casos, los bebés han sido devueltos a sus padres adoptivos, a la espera de lo que decida el tribunal de Bobigny. Las familias adoptantes explicaron al juez las razones por las que habían recurrido a este sistema obviamente ilegal. Jimmy y Dalida, por ejemplo, tenían dos hijas y hacía 15 años que no tenían más descendencia. Querían un chico, porque en el mundo gitano no hay honor sin un descendiente varón. "Sin varón no puede haber jefe del clan", explicaron.

Las familias adoptantes desfilan una tras otra frente a la juez y todas cuentan una historia distinta. "En el mundo gitano hace años que se sabe que se pueden comprar bebés", explica David Sabas, que cuando su mujer dio a luz a su cuarta hija optó por comprar un varón. "Fue mi madre la que se ocupó de encontrarme un hijo", aseguró.

Pero, como gitanos -gente de viaje, como se les conoce en Francia-, nunca hubieran podido esperar que el Estado les concediera una adopción legal, aseguran todos ellos y sus abogados. "Adoptar legalmente un niño no hubiéramos podido nunca: somos gitanos", se lamenta Dalida. Y se justifican: "Cuando le salieron los dientes o cuando tuvo una bronquitis su papá fui yo", dice uno. Y otra mujer es aún más contundente: "A este niño le salvé de la miseria, porque, de todos modos, si no hubiera sido por nosotros, hubiera ido a parar a la venta de órganos".

El tribunal tiene previsto dictar sentencia el 2 de febrero. A los compradores de estos niños les pueden caer hasta tres años de cárcel por "incitación a abandono de menor" y fraude del estado civil. A los supuestos traficantes, hasta 10 años de prisión por "trata de seres humanos".

El País
J. M. Martí Font
24/01/2007

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