miércoles, 13 de enero de 2010
La adolescencia en los niños adoptados



Ha de saber que es adoptado, porque es su vida y tiene derecho a conocerla

Si todo adolescente es de trato difícil, la adolescencia de un niño adoptado precisa atención redoblada, pero sobre todo sinceridad y empatía. La psicóloga Montse Lapastora, del equipo de Intervención y Valoración en Adopción Internacional, no dejó de acudir a estas dos palabras –sinceridad y empatía– a lo largo de la conferencia que llenó la sala de actos de la Cambra de Comerç, bajo la organización de la Asociación Illes Balears de Adopciones (AIBA) y el Club DIARIO de MALLORCA.

Según esta especialista en adopciones, es importante que el hijo sepa la verdad sobre la familia que lo ha acogido. "Es su vida y tiene derecho a saberla", sentencia; y señala que todo abandono materno, por temprano que sea, deja una huella en el psiquismo que el niño va a necesitar reconocer.

Por tanto, no recomienda en ningún caso ocultarle los orígenes, dado que el "secreto de familia" genera sensaciones de incomodidad en todas las partes y el niño las percibe. Lapastora cuenta que las personas a las que se ha ocultado su adopción, en caso de llegar a conocerla, suelen decir que ya sabían que algo raro pasaba.

Esta sinceridad es difícil, reconoce la psicóloga. Precisa que los padres comuniquen al hijo que lo adoptaron porque –es el caso más frecuente– ellos no podían concebir uno; porque sus padres biológicos lo abandonaron; y porque ese abandono les permitió adoptarle. Es una triple verdad que debe ser transmitida –de ahí la sinceridad– pero sin abrir más heridas de las que se restañan; por eso la necesidad de empatía.

Por descontado, la primera herida que debe cerrarse es la de los padres adoptivos. Sentir que hubiera sido preferible tener un hijo biológico es algo que acabarán transmitiendo sin querer. Pero hay más.

"Nunca se debe deteriorar la imagen de los padres biológicos", explica esta psicóloga; y añade que tampoco debe favorecerse que el menor se fabrique una imagen fabulosa de los padres.

Lapastora recurre al caso claro –y estremecedor– de los malos tratos para ilustrar este equilibrio. El niño no va a entender ni tal vez creer que su madre lo quemaba con un cigarrillo cuando era un bebé. Acaso pueda decírsele que no sabía cuidarlo.

Ha de entender que la adopción fue lo mejor que podía pasarle; pero tampoco debe creer que su madre lo abandonó en un acto de bondad, porque entonces pensará que el abandono forma parte de una conducta afectiva válida.

Decirle que su madre era drogadicta o prostituta no es fácil: el niño crecerá con el temor a repetir –a llevar en los genes– esa conducta. Pero puede explicársele que su madre tenía problemas con la droga, asegura la profesional.

Sin embargo, permitirle idealizar a los padres biológicos es igualmente desaconsejable. Según Lapastora, es fantasía recurrente de los niños adoptados atribuirse orígenes fabulosos: haber sido robados o ser hijos de príncipes son dos de las más habituales. Cabe entonces hablar con el hijo para conocer su visión sobre los padres biológicos.

Llegados a este punto, "es bueno reforzar sus vínculos con la familia", explica: decirle, en la medida que esto sea cierto, que tiene "la risa del abuelo o los andares del padre" ayudará a que el niño se sienta verdadera parte de un hogar.

El adolescente debe renunciar a esos padres biológicos con los que pueda haber fantaseado. Y los progenitores deben "perder el miedo al abandono" de su hijo, pues este "tiene a sus padres y no necesita otros". Sin embargo, "necesita unir las partes de su identidad", porque no hay niño que no quiera saber quién es.

C. Canals
DiariodeMallorca.es


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Enrique Campoamor a las 9:38 a. m. | Permalink |


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