Una de las primeras fue Mia Farrow, que formó una familia con 14 hijos -10 adoptados de diferentes nacionalidades y color de piel-; la última Madonna, que ha decidido que su tercer hijo sea un niño de Malaui de nombre David. Con este último acogimiento se ha abierto la polémica sobre las presuntas irregularidades legales, los pagos encubiertos y la facilidad de los famosos para ampliar su hogar con un niño en adopción.
Organizaciones defensoras de los derechos de los menores de Malaui intentaron evitar que la cantante adoptara a David porque consideraban el proceso ilegal. Según el Comité Consultivo de Derechos Humanos, que agrupa a 67 organizaciones, el proceso de adopción es irregular porque Madonna no ha vivido nunca en Malaui.
El presidente del comité, Justin Dzonzi, en declaraciones a la BBC advirtió: "Si alguien quiere adoptar a un menor debe permanecer con el niño al menos 18 meses para su evaluación".
Pero los trámites para Madonna y su marido, el cineasta Guy Ritchie, apenas han durado dos semanas. Eso sí previamente el matrimonio hizo una cuantiosa donación al gobierno de Malaui para la construcción de un hospital.
El niño vivía hasta la llegada de Madonna en un pueblo cercano a la frontera con Zambia, tras la muerte de su madre por complicaciones en el parto. El padre de David, Johane Banda, ha manifestado que no había planeado entregar a su hijo cuando lo dejó en el orfanato, pero que está contento porque el pequeño tendrá "una vida mejor".
La cantante ya es madre de Lourdes, una niña de nueve años que tuvo con el ex preparador físico Carlos León, y de Rocco, de cinco años, fruto de su actual matrimonio con Ritchie.
Carmen González, Defensora del Menor en funciones de la Comunidad de Madrid, ha mostrado su preocupación por esta nueva moda de los famosos. "La decisión de ser padre no es algo que se debe tomar a la ligera. Tiene que ser fruto de una profunda reflexión y un acto de responsabilidad porque es para siempre", dice. "No conozco este caso directamente pero visto desde lejos aparentemente parece un poco frívolo. La legalidad es para todos y es peligroso saltarse las normas".
Muy similar a la adopción de Madonna fueron las dos que realizó la actriz Angelina Jolie -Maddox y Zahara-, que además tiene un hijo biológico con Brat Pitt -Shiloh-.
Angelina encontró a Maddox en un orfanato de Camboya cuando estaba casada con el actor Billy Bob Thornton y a Zahara a través de una agencia de adopción en Etiopía. En ambos casos los trámites fueron veloces y la actriz contribuyó a obras sociales en los países de origen de sus niños.
Más discretas fueron las gestiones de Sharon Stone que tiene tres hijos, ninguno biológico: Roan -que llegó cuando estaba casada con el periodista Phil Bronstein-; y Laird y Quinn a quien decidió tener en solitario. O las de Michelle Pfeiffer, que acogió a Claudie Rose, y luego tuvo un hijo biológico con su marido David Kelly. O la de Meg Ryan, que tiene una niña llamada Daysi. O la de Calista Flockhart, madre de Liam, al que recogió con sólo unos meses y a quien cría con ayuda de Harrison Ford.
Isabella y Connor tienen por padres a Nicole Kidman y a Tom Cruise quienes no ocultaron que acudían a la adopción, entre otras cosas, por sus problemas para ser padres. Ya separados Cruise ha tenido una hija con Katie Holmes.
Isabella Rosellini y Diane Keaton han sido dos de las más discretas. Rossellini asegura que Roberto, que debe su nombre a su famoso abuelo, "es lo mejor que le ha pasado en su vida", pero apenas aparece en público con él; al igual que Diane Keaton, la que fuera musa de Woody Allen, quien tiene dos hijos Duke y Dexter.
Woody Allen también adoptó y fue protagonista de una polémica historia de amor con Soon Yo, la que hoy es su mujer y antes fue hija adoptiva de su entonces esposa Mia Farrow.
En España, Rocío Jurado y Ortega Cano, Isabel Gemio, Anne Igartiburu, Sara Montiel e Isabel Pantoja también cuidan de niños llegados de lejos. Aunque la más innovadora ha sido Carmen Cervera. La baronesa Thyssen ha tenido dos niñas mellizas en Estados Unidos con ayuda de una madre de alquiler.
Mábel Galaz
El País, 22 de octubre de 2006
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