jueves, 4 de enero de 2007
Sexo en lugar de juguetes






Wah, de 15 años, practica felaciones en los hoteles de lujo de Phnom Penh... Es tiempo de Navidad y, además de las celebraciones familiares y la fiesta religiosa para algunos, estos días aumentan las ofertas de viajes a paraísos lejanos. Entre los nuevos turistas navideños, muchos irán buscando relaciones sexuales con menores.

Según Unicef, alrededor de dos millones de menores son explotados anualmente por la floreciente industria del sexo, que mueve más de 10.000 millones de euros. La tercera parte de las personas prostituidas en Tailandia, Camboya, Vietnam, Laos y China tiene entre 12 y 17 años. Más de 100.000 niñas ejercen la prostitución en Filipinas, donde la edad de consentimiento para mantener relaciones sexuales es de 12 años. Sólo en el sureste asiático, 225.000 personas son trasladadas cada año desde las zonas más empobrecidas hacia los núcleos turísticos preferidos por los occidentales.

La pobreza y la falta de expectativas, la brecha cada vez más profunda entre las sociedades dependientes y el mundo desarrollado, la facilidad de las comunicaciones y, sobre todo, la creciente demanda de sexo con menores por parte de los clientes occidentales está disparando el fenómeno del turismo que explota sexualmente a los niños.

La infancia víctima de esta sórdida actividad ha sido generalmente objeto del tráfico de seres humanos -según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), por cada menor obligado a prostituirse, el tratante puede obtener beneficios de 13.000 dólares mensuales-. Trasladados a países de los que desconocen la lengua, la cultura y las leyes, estos niños y niñas no tienen ninguna posibilidad de escapar de sus guardianes y proxenetas. Así se convierten en "oferta sexual" para los clientes que, en muchos casos, adquieren el paquete turístico completo: avión, hotel con desayuno y prostitución infantil.

Si hasta hace poco el principal burdel de menores se encontraba en el entorno asiático, lo cierto es que el tráfico de niños está aumentando también en Latinoamérica. Según la Organización Panamericana de la Salud, tras el tsunami de 2005 la oferta de turismo sexual infantil se desplazó en gran medida a México -250.000 menores atrapados en el comercio sexual-, Brasil -más de 500.000 niñas prostituidas- o República Dominicana -250.000-.

La Organización Mundial de Turismo asegura que 700 millones de personas al año, generalmente de países desarrollados, realizan viajes internacionales. De ellas, un 20% lo hace con fines sexuales, y un 3% -aproximadamente 4,2 millones de viajeros- reconoce tener inclinaciones pedófilas.

En los países receptores de turistas del sexo infantil, los mecanismos de respuesta de los gobiernos son ineficaces cuando no inexistentes. Sin embargo, hay que aplaudir las iniciativas que está liderando el propio sector turístico para contribuir a la erradicación de estos abusos, como el Código de Conducta para la protección de los niños contra la explotación sexual en el turismo y la industria de viajes, publicado en 2004 por la organización ECPAT (siglas en inglés de Fin de la Prostitución Infantil, la Pornografía Infantil y el Tráfico de Niños con Fines Sexuales) y grupos del sector privado de la industria de turismo.

Otros organismos privados como Air France muestran en sus vuelos de larga distancia un vídeo descriptivo sobre la prostitución infantil; y regiones como Cancún y Acapulco, para desalentar a los pedófilos, han distribuido tarjetas postales con el lema: "México tiene grandes atractivos turísticos, pero nuestros niños no forman parte de ellos".

Pero entre las medidas más eficaces se encuentra la persecución del delito cuando es perpetrado en terceros países. Un total de 32 Estados han adoptado legislación extraterritorial, 16 de ellos miembros de la Unión Europea, incluida España. Por su parte, el Parlamento Europeo también ha impulsado iniciativas para combatir el turismo pederasta, dentro y fuera de sus fronteras, insistiendo en la necesidad de que los hoteles rompan toda conexión con la prostitución de menores.

La Unión Europea, que en el año 2000 aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño y las recomendaciones del Comité del Derecho del Niño, está viendo cómo crece el número de víctimas traficadas en su territorio, en particular mujeres menores, en su mayoría procedentes de Albania, Moldavia, Ucrania, Bulgaria, Rumania, Rusia y países bálticos.

Europa es el continente que exporta al mundo el mayor número de pederastas. Después de Francia, Italia, Alemania y Bélgica, España ocupa el quinto lugar entre los países europeos que más practican el turismo sexual infantil. Mientras los franceses eligen África y el sureste asiático y los británicos prefieren la India, Nepal y Sri Lanka, más de 35.000 españoles viajan anualmente a Latinoamérica para disfrutar del sexo con niñas y niños.

Los traficantes, las autoridades corruptas y algunos operadores turísticos se aprovechan de la pobreza y la dependencia de millones de seres humanos, convirtiéndolas en oferta de ocio para el elemento más infame de la cadena: el turista pedófilo. En su inmensa mayoría, éstos son varones occidentales que, amparados en la impunidad de la distancia y el anonimato, alejados de las normas y las leyes a las que están habitualmente sujetos, se sienten totalmente a salvo para "aprovechar la ocasión". La consigna con la que se mueven es la de "fuera de casa, no se aplica la misma moral" o bien se apoyan en el falso paternalismo que justifica su repulsivo consumo a través del supuesto bienestar que ofrecerán a ese niño cuando cobre por "el servicio". Y, sin embargo, nadie puede pretender ignorar las consecuencias fatales del sufrimiento infantil. La mayor parte de ellos no escapará ya nunca de este círculo de violencia, prostitución, enfermedad y muerte.

Algunos, tras haber comprado los regalos a los suyos saldrán de viaje y, en algún supuesto paraíso de palmeras y arena, o en un oscuro barrio chino, comprarán un rato de sexo infantil.

ELENA VALENCIANO
El País, 04/01/2006

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