lunes, 24 de mayo de 2010
Ningún niño de menos de seis años debería pasar un solo día en un centro de menores



Jesús Palacios conoce a la perfección todos los aspectos relacionados con los procesos de adopción y acogimiento de menores. El catedrático de Psicología Evolutiva, que impartió ayer una conferencia en la sede de la Fundación María José Jove, en A Coruña, cree que España es un país contradictorio, que se inclina por la adopción internacional, mientras muchos niños viven en centros tutelados por la Administración, que no asume sus reponsabilidades.



¿Cómo debe prepararse una familia para adoptar a un niño?

Lo más importante es tomar una buena decisión. Hay que pensárselo dos veces porque no es un camino de rosas, tampoco de espinas. Hay un poco de todo y hay que estar preparado para disfrutar de las rosas y soportar las espinas. Una vez que se da este paso, se necesita formación porque es una realidad compleja y no basta con la buena voluntad.


¿A qué se enfrentan los padres?

Depende de los niños, pero hay que partir de que la adopción es una apuesta por la incertidumbre porque no sabes qué tipo de características y problemas tendrá el menor. Normalmente, la primera integración es fácil, pero suelen surgir dificultades en la vinculación emocional con uno de los padres o con los dos, y, si hay hermanos previos, la cosa se complica. Algunos problemas frecuentes tienen que ver con la inquietud, la impulsividad o la hiperactividad y se traducen, casi inevitablemente, en el rendimiento escolar.


¿Influyen la edad o el país de origen?

Naturalmente. Cuanto más pequeños son, menos tiempo han tenido para tener experiencias negativas; pero hay que tener cuidado. No se puede pensar que un niño adoptado pronto es muy fácil de llevar y otro con más edad, complicado, porque cada uno es una caja de sorpresas. Algunos sufren a pesar de haber vivido pocas adversidades, mientras que otros, en esa situación, son muy resistentes.

¿Cómo se le comunica al niño?

Hay tres claves: contárselo pronto; mantener la información, porque no es suficiente decírselo una vez, y no esperar a que pregunte, porque los niños no lo hacen. Tampoco se debe mentir y hay que hablar siempre en un tono positivo.


¿Y a los hermanos?

Lo importante es que participen en la decisión. Se recomienda que el adoptado sea más pequeño que el niño que está en casa para que, ya que va a perder su trono, no pierda el de ser el mayor.


¿Son muy distintas para una familia una adopción y un acogimiento?

Muchísimo. El acogimiento tiene un carácter más temporal y los acogedores no son padres; una posibilidad es que el niño vaya a volver con su familia y, la otra, que tenga un régimen de visitas. Hay personas que tienen perfil de adoptantes y otras de acogedores. Lo que no es bueno es meterse en un proceso de acogimiento para ver si acaba en adopción.


¿Hay que recurrir más a esta opción?

Una de las tragedias de España es que somos un país muy contradictorio: traemos niños de fuera, mientras los nuestros están en centros. La Administración debería asumir su responsabilidad para que ningún menor de seis años pase un solo día en esta situación. Pero es más cómodo tenerlos ahí porque son invisibles y no plantean problemas, mientras que a las familias hay que buscarlas y darles apoyo. No vale la excusa del dinero porque aquí lo malo es lo caro. Un niño en un centro cuesta 4.000 o 5.000 euros al mes; en una familia adoptiva, cero, y, en una de acogida, 200 cuando hay compensación.

Natalia Arias
Xornal.com



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