martes, 6 de marzo de 2012
De Cazador a Cuidador de tortugas en Filipinas



Ibias y sus compañeros han salvado a un aproximado de 47,000 tortugas desde que se convirtieron en conservacionistas

La majestuosa tortuga marina de los mares de Filipinas ha encontrado protección en los cazadores furtivos que amenazaron su supervivencia y que ahora, arrepentidos, salvan cada años miles de huevos de las zarpas de los traficantes.

"Soy un antiguo criminal. Lo que hice no se puede describir de otra forma. Me arrepiento de haber comido y vendido miles y miles de huevos de tortuga", dice Manolo Ibias, director del centro de conservación Pawikan de Morong, una localidad de la costa del Mar de China Meridional, a unos 200 kilómetros de Manila.

Ibias y otros 25 compañeros con los que se dedicó a la caza y al expolio de los nidos, patrullan a diario la playa de Morong durante la temporada de desove, entre septiembre y marzo, para recoger y poner a salvo los huevos dejados por decenas de quelonios.

"Calculo que hemos salvado a unas 47,000 tortugas desde que nos convertimos en conservacionistas", comenta.

Para dar el paso definitivo a su reconversión, Ibias y los demás furtivos reclamaron a la Administración alguna ayuda con el fin de encontrar un empleo con el que ganarse la vida y, tras experiencias frustradas con la pesca y con una gasolinera, terminaron por tomar las riendas del centro de conservación, financiado con dinero público y donaciones.


Un esfuerzo mal remunerado

"No tenemos un salario fijo, depende del número de visitantes y de los arreglos que haya que hacer. Recogemos huevos, patrullamos la zona, guiamos a los turistas y limpiamos la playa para que los animales no se asfixien al tragar envases de plástico", explica.

Hasta 1999, también recorrían la playa todas las noches, pero con el propósito de recolectar los huevos, muy apreciados en la zona y por lo que las redes ilícitas de comercialización pagan cantidades de dinero relativamente altas para los filipinos del área rural.

Cuando cumplen 25 años, estos reptiles nadan miles de kilómetros y regresan, por lo general, a la misma playa en la que nacieron para enterrar sus huevos. A partir de esa edad, vuelven al mismo lugar, aproximadamente, cada tres años para desovar.

Pese a sus esfuerzos, lamenta que en aldeas cercanas a este santuario, los lugareños siguen pirrándose por los huevos de tortuga.

"Me pone muy triste -dice-, pero sigue habiendo mucha gente que los come sin pensar en el daño que hace".





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Enrique Campoamor a las 11:00 a. m. | Permalink |


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