miércoles, 22 de octubre de 2008
Lavado de cara para el corazón español de Manila




Intramuros, la ciudadela construida por los españoles en el siglo XVI para ser la capital de Filipinas y reducida a cenizas durante la Segunda Guerra Mundial, vive un impulso restaurador tras años de desidia y dejadez


El nombramiento de Anna Maria Harper como gobernadora, en abril pasado, ha dado un nuevo aliento a los esfuerzos por revitalizar el casco antiguo de la ciudad, cuya reconstrucción de los principales edificios aparece en la agenda de la administración de Intramuros desde 1979, cuando el dictador Ferdinand Marcos controlaba el país.

'Hemos emprendido la restauración del trozo de la muralla conocido como la Maestranza, situado junto al río Pasig. Son 48 almacenes que en origen se dedicaban a comerciar con Acapulco (México)', explica Augusto Rustia, director de Propiedades Culturales y Conservación de la Administración de Intramuros.

La semana pasada, su equipo inauguró la nueva sala de exposiciones del Fuerte de Santiago, habilitada en los antiguos Almacenes Reales; y las obras de mejora del centro de visitantes.

El año que viene, emprenderá la reconstrucción del antiguo Ayuntamiento, sede del primer Gobierno de Filipinas, que hoy utilizan como aparcamiento los funcionarios de su corporación.

Aparte de lo meramente arquitectónico, la administración local quiere recuperar la jardinería original: los árboles de fuego, la narra (el árbol nacional), las buganvillas y las gardenias, en lugar de los castaños de indias y neem que, en opinión de Rustia, 'no deberían estar ahí'.

Mejorar la seguridad es otra de las prioridades del equipo de Gobierno local, que negocia con el Ejecutivo central el realojo de las 10.000 personas que viven en poblados chabolistas dentro del recinto amurallado.

'Pasear de noche por Intramuros no es seguro, los turistas tienen miedo', cuenta este funcionario, que lleva veinte años dedicado a la conservación del lugar histórico sin demasiado éxito, a juzgar por el estado del destartalado barrio, donde abunda la miseria y escasean los vestigios del pasado, destruidos por efecto de los desastres naturales y las bombas japonesas y estadounidenses durante la segunda confrontación mundial.

Intramuros sólo recibe unos 670.000 visitantes al año, según datos de 2007, pues la mayoría de los turistas pasa de puntillas por la caótica Manila de camino a las paradisíacas playas de las 7.100 islas que comprenden el archipiélago filipino.

Rustia no oculta que el mayor obstáculo a su labor es 'la financiación', que le hace depender de la buena voluntad de terceros.

El proyecto de restauración de la Maestranza, por ejemplo, tiene un presupuesto de cinco millones de dólares que sufraga la generosidad de Japón.

El sector privado es otra opción. La corporación local proyecta edificar un hotel en las ruinas del Ateneo, que fue una de las universidades más antiguas de Filipinas, para lo que tantea diferentes socios, entre los que se cuenta la compañía española Sol Meliá.

Otra de las actuaciones para las que busca capital es la reconversión de la iglesia de San Ignacio en un museo eclesiástico que daría cobijo a las 7.000 antigüedades que hoy acumulan polvo en los pasillos del Palacio del Gobernador.

Retablos, vírgenes y santos de los siglos XVIII y XIX, que pertenecieron a las diferentes parroquias del país, adornan el caótico despacho de este funcionario, que se jubilará el año que viene sin ver culminado su trabajo.

Una tarea complicada pues muchos edificios en Intramuros conservan poco más que los cimientos.

La iglesia de San Ignacio sólo mantiene en pie los resquebrajados muros de la edificación original del siglo XIX, que hoy a penas sirven para dar sombra a los mendigos en los días de más de calor.



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Enrique Campoamor a las 10:05 a. m. | Permalink |


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