jueves, 24 de mayo de 2007
Taal, huellas hispanas en Filipinas
El mérito corresponde a los propios vecinos de Taal, 70 kilómetros al sur de Manila, que hace años se empeñaron en preservar las cerca de cincuenta casas ancestrales que dan lustre a sus estrechas calles.
Casas que fueron construidas al estilo colonial por las familias taaleñas enriquecidas a principios del XIX gracias al comercio con el café que los frailes españoles trajeron desde México.
Su mantenimiento es el que concede unos signos de identidad propios a Taal, donde el tiempo parece detenerse cuando se pasea bajo las enrejadas ventanas y balcones de esas mansiones.
Siempre dentro de un estilo arquitectónico en el que se mezclan los referentes hispanos con los locales, algunas de esas construcciones son una muestra de la bonanza a la que llegó Taal y de los vientos históricos que soplaron en la localidad.
Un ejemplo es la mansión de Leon Apacible, uno de los líderes de la independencia de España, que alberga una interesante colección de muebles de la época; o la casa-monumento propiedad de Marcela Agoncillo, diseñadora de la bandera enarbolada por los independentistas.
Casas que fueron construidas al estilo colonial por las familias taaleñas enriquecidas a principios del XIX gracias al comercio con el café que los frailes españoles trajeron desde México.
Su mantenimiento es el que concede unos signos de identidad propios a Taal, donde el tiempo parece detenerse cuando se pasea bajo las enrejadas ventanas y balcones de esas mansiones.
Siempre dentro de un estilo arquitectónico en el que se mezclan los referentes hispanos con los locales, algunas de esas construcciones son una muestra de la bonanza a la que llegó Taal y de los vientos históricos que soplaron en la localidad.
Un ejemplo es la mansión de Leon Apacible, uno de los líderes de la independencia de España, que alberga una interesante colección de muebles de la época; o la casa-monumento propiedad de Marcela Agoncillo, diseñadora de la bandera enarbolada por los independentistas.
Pero quizá lo que más perturba al visitante es la atmósfera latino-asiática que destila Taal, algo más que evidente en las dos magníficas iglesias levantadas en esta parte de Batangas, una de las primeras provincias de Luzón en adoptar el catolicismo de los sacerdotes españoles.
Ese fue el marco espacio-temporal establecido por los españoles en los pueblos de Filipinas, un país asiático donde los templos católicos predominan sobre las pagodas o mezquitas de las naciones vecinas.
Taal no podía ser menos, o al menos así lo pensó el padre Diego de Espina, que en 1574, tres años después de fundar la localidad, comenzó las obras de la Basílica dedicada a San Martín de Tours, el patrono de los taaleños.
La Basílica fue destruida en 1754 por la erupción del volcán Taal, que durante siglos ha aterrorizado a los habitantes de Batangas, con unas 40 erupciones desde el siglo XVI.
Lejos de rendirse, y tras varios intentos, en 1856 los taaleños, con ayuda del arquitecto Lucina Oliver, edificaron en la plaza del pueblo la actual Basílica, una de las fachadas barrocas más impresionantes de la arquitectura religiosa colonial y la mayor iglesia del Sudeste de Asia.
El otro referentes católico de Taal es la iglesia dedicada a la Virgen de Caysaysay, una de las de más antigüedad de Filipinas, a la que se adjudican propiedades milagrosas.
Su historia se remonta a la supuesta aparición de la imagen en un río y a la posterior construcción en madera, en 1661, del templo en su homenaje.
En años posteriores, la iglesia sería remodelada en tres ocasiones, la última en 1856, principalmente debido a los daños provocados por el volcán Taal, el más pequeño de los volcanes activos en el mundo.
El volcán Taal es sinónimo de vida, en cuanto que es responsable de la fertilidad del suelo de Batangas, pero también de muerte, como recogen los viejos testimonios misioneros.
Los primeros frailes y conquistadores españoles ya dieron cuenta de su ferocidad, aunque nunca ocultaron su fascinación por su asombrosa delimitación orográfica: ubicado dentro de una pequeña isla que a su vez se asienta en el interior de un lago.
De manera que cuando el padre Espina dio por fundada Taal, el pueblo ya había tenido diversos emplazamientos, todos en función del grado de actividad del volcán.
La actual demarcación data de 1754, y sigue al periodo de fuego y ceniza que el pequeño volcán arrojó sobre Taal y los pueblos vecinos de Lipa y Tanauan, que quedaron totalmente destruidos
Se debe al padre Buencuchillo, el cura español de Taal, algunos de los mejores “reportajes” sobre los siete meses que se prolongó el mal humor del volcán.
Cuenta el religioso que el volcán arrojó lodo, piedra pómez, nubes de humo y fuego mientras las tormentas de truenos y relámpagos añadían más tenebrismo al paisaje.
La sinfonía de terror finalizó a primeros de diciembre, cuando muchos campesinos del área se habían refugiado en la iglesia de Casaysay en busca de la intervención de la Virgen.
Ese fue el marco espacio-temporal establecido por los españoles en los pueblos de Filipinas, un país asiático donde los templos católicos predominan sobre las pagodas o mezquitas de las naciones vecinas.
Taal no podía ser menos, o al menos así lo pensó el padre Diego de Espina, que en 1574, tres años después de fundar la localidad, comenzó las obras de la Basílica dedicada a San Martín de Tours, el patrono de los taaleños.
La Basílica fue destruida en 1754 por la erupción del volcán Taal, que durante siglos ha aterrorizado a los habitantes de Batangas, con unas 40 erupciones desde el siglo XVI.
Lejos de rendirse, y tras varios intentos, en 1856 los taaleños, con ayuda del arquitecto Lucina Oliver, edificaron en la plaza del pueblo la actual Basílica, una de las fachadas barrocas más impresionantes de la arquitectura religiosa colonial y la mayor iglesia del Sudeste de Asia.
El otro referentes católico de Taal es la iglesia dedicada a la Virgen de Caysaysay, una de las de más antigüedad de Filipinas, a la que se adjudican propiedades milagrosas.
Su historia se remonta a la supuesta aparición de la imagen en un río y a la posterior construcción en madera, en 1661, del templo en su homenaje.
En años posteriores, la iglesia sería remodelada en tres ocasiones, la última en 1856, principalmente debido a los daños provocados por el volcán Taal, el más pequeño de los volcanes activos en el mundo.
El volcán Taal es sinónimo de vida, en cuanto que es responsable de la fertilidad del suelo de Batangas, pero también de muerte, como recogen los viejos testimonios misioneros.
Los primeros frailes y conquistadores españoles ya dieron cuenta de su ferocidad, aunque nunca ocultaron su fascinación por su asombrosa delimitación orográfica: ubicado dentro de una pequeña isla que a su vez se asienta en el interior de un lago.
De manera que cuando el padre Espina dio por fundada Taal, el pueblo ya había tenido diversos emplazamientos, todos en función del grado de actividad del volcán.
La actual demarcación data de 1754, y sigue al periodo de fuego y ceniza que el pequeño volcán arrojó sobre Taal y los pueblos vecinos de Lipa y Tanauan, que quedaron totalmente destruidos
Se debe al padre Buencuchillo, el cura español de Taal, algunos de los mejores “reportajes” sobre los siete meses que se prolongó el mal humor del volcán.
Cuenta el religioso que el volcán arrojó lodo, piedra pómez, nubes de humo y fuego mientras las tormentas de truenos y relámpagos añadían más tenebrismo al paisaje.
La sinfonía de terror finalizó a primeros de diciembre, cuando muchos campesinos del área se habían refugiado en la iglesia de Casaysay en busca de la intervención de la Virgen.
El volcán descansó hasta 1911, cuando una violenta erupción se cobró la vida de unas 2,000 personas.
El “Renacimiento Filipino”, periódico en español de la época, publicaría una narración de primera mano en la que se describía la acumulación de cadáveres “quemados, tostados y ennegrecidos”.
Esa vez el volcán causó también destrozos en el santuario de Casaysay y en la Basílica de San Martín de Tours, pese a la probada solidez de su mampostería.
Sumido hoy en un aparente sueño, los filipinos tienen en el volcán uno de sus principales destinos turísticos, siendo posible acceder al mismo alquilando una barca en el embarcadero de Tanauan.
Aunque, por si acaso, la mayoría elijan admirarlo desde las colinas de Tagaytay, uno de los pulmones del centro de Luzón y el lugar más frecuentado por los manileños para respirar un paisaje plagado de historia.
Clima: Tropical con brisas marinas. Hay tres estaciones: la lluviosa de junio a septiembre, la fría y seca de octubre a febrero y la seca y calurosa de marzo a mayo.
José María Hernández
El Diario
04/22/2007
El “Renacimiento Filipino”, periódico en español de la época, publicaría una narración de primera mano en la que se describía la acumulación de cadáveres “quemados, tostados y ennegrecidos”.
Esa vez el volcán causó también destrozos en el santuario de Casaysay y en la Basílica de San Martín de Tours, pese a la probada solidez de su mampostería.
Sumido hoy en un aparente sueño, los filipinos tienen en el volcán uno de sus principales destinos turísticos, siendo posible acceder al mismo alquilando una barca en el embarcadero de Tanauan.
Aunque, por si acaso, la mayoría elijan admirarlo desde las colinas de Tagaytay, uno de los pulmones del centro de Luzón y el lugar más frecuentado por los manileños para respirar un paisaje plagado de historia.
Clima: Tropical con brisas marinas. Hay tres estaciones: la lluviosa de junio a septiembre, la fría y seca de octubre a febrero y la seca y calurosa de marzo a mayo.
José María Hernández
El Diario
04/22/2007
Etiquetas: Historia y costumbres